Semblanza

Francisco Valladares, amor a la vida

Francisco Valladares, Paco, nació con un amor a la vida que mantuvo, apasionado y firme, hasta el día en que murió. El amor a la vida fue así su rasgo personal más característico, el motor que condujo sus días y sus noches.

Paco era un hombre sencillo y brillante, cercano, culto, divertido, con un gran sentido del humor, un humor sutil, elegante, certero, riéndose de todas las situaciones, incluso de las más duras y sin ofender jamás a nadie. Poseía una mirada  tan sagaz que sacaba lo divertido de cualquier circunstancia, propia o ajena, sabía reírse de sí mismo. Como escribió su amigo, el periodista Miguel Ángel Almodóvar, su sentido del humor hacia que Paco fuera  "(…) capaz de convertir cualquier desgracia, negrura o sinsabor en un juguete cómico manejable en positivo y a su antojo."

Paco era, por encima de todo, un hombre muy familiar. La persona que más quiso en el mundo fue su madre, Carmen, Carmen "la Fina", como era conocida en su pueblo, Pilas. Ella fue su más fiel admiradora y la que le seguía, con un gran talento dramático, en las chanzas que Paco hacía de cualquier circunstancia, madre e hijo componían, improvisando, escenas dignas de su representación en cualquier escenario.

Tolerante, comprensivo, generoso, tierno, leal, y atento, siempre ha estado al lado de sus amigos. Se daba en la amistad de forma total, como se daba a la vida. Paco estuvo siempre pendiente de los éxitos y de las alegrías de sus amigos y también de sus fracasos y de sus desgracias, todo lo asumía como suyo y daba su amor y su compañía, sus risas y sus lágrimas. Jamás dejó de acudir a un evento, festivo o de duelo, que atañera a un amigo. No concebía una vida sin amigos y los tuvo abundantes y muy buenos. Paco dijo en una ocasión "Lo que me emociona realmente es el cariño de los demás". Y tuvo y dio cariño, mucho cariño, y amor, mucho amor. Sufría enormemente cuando alguien le defraudaba pero no se quejaba jamás y, sobre todo, no daba pábulo a habladurías, tenía que estar muy, pero que muy seguro de una deslealtad para renunciar a una amistad.

No sólo poseía el cariño de sus amigos sino también el de su público y de cualquiera que lo encontrara en su vida, era un hombre amable en las dos acepciones que da el diccionario, digno de ser amado y afable, complaciente y afectuoso. Esencialmente sociable, nunca dejaba de responder a un saludo y le gustaba rodearse de gente, conversar y reír. Educado hasta el extremo, jamás daba una mala contestación o respondía con un gesto áspero a nadie, ni tan siquiera a aquellas personas, alguna ha habido, que eran especialmente mal educadas, a todo lo más que podía llegar era a dar una respuesta ácida pero siempre con humor.

Era un hombre apasionado que se zambullía en la vida para vivirla en su totalidad. Buscaba cada día una ilusión y cuando la encontraba la perseguía con tesón y la realizaba con plenitud.

No le gustaban la monotonía ni lo cotidiano. Una de sus aficiones era coger el coche y salir a la carretera, a la ventura, sin destino, un viaje hacia lo desconocido que siempre sospechaba bueno, y siempre lo era, porque él ponía el entusiasmo y el deseo de que así fuera. Cuando disponía de más tiempo, su afán de aventura le llevaba a Pilas, su pueblo, donde encontraba lo próximo, familia, amigos, paisanos, calles y plazas. Y cerca de allí, Matalascañas, la playa onubense que el pueblo de Pilas vive como propia y donde Paco hacía suyos, el mar, el sol y las incontables arenas de su playa con las que se ha fundido para la eternidad.

También hacía otras escapadas, iba a Nueva York y a Londres a ver espectáculos teatrales y musicales. El espectáculo, su amor al espectáculo, tan esencial en su vida, en realidad, su vida misma. Ese amor que le llevó a decir en una entrevista al Diario de Valencia: "Actuaré hasta el día que me muera". Y así fue, cuando la muerte fue a buscarlo lo encontró ensayando "Orquesta de señoritas" de Jean Anouilh, ya tenía construido su personaje de Doña Hortensia, la directora de la orquesta, un ser aplastado por la vida, amargado, con humor ácido, pero también con amor.

Paco era un hombre de escena. Es uno de los grandes de la escena española. Desde una edad muy temprana fue un artista total, y si algo define a un artista total es la capacidad de tocar todos los palos de la interpretación, desde el drama al musical, pasando por la comedia. En escena actuó, cantó, bailó e interpretó números cómicos. Era hermosa e inolvidable su voz, magnífica su manera de decir el verso. Dotado de un gran sentido del espectáculo ha recreado sus personajes reconstruyéndolos con su impronta, alcanzando una dimensión única que no olvidan los que tuvieron la fortuna de verlo en el escenario. En el teatro hizo de todo, desde el galán de numerosas obras hasta el figurón del Tío Cayetano en Las de Caín, su última representación teatral en julio de 2011 en el Teatro Español, pasando por toda clase de personajes jóvenes o viejos, serios, atormentados, divertidos o bufos. Atento siempre a la calidad del espectáculo cuidaba no sólo de su propia interpretación sino de la del conjunto y tenía siempre, para sus compañeros de reparto, un consejo desinteresado, una orientación que redondeara la puesta en escena. Y siempre tuvo en sus compañeros de escena a fieles amigos con los que compartió mucha vida y muchos viajes de tournée a lo largo de su vida. Su última tournée, con Trampa mortal, obra que estrenó, por primera vez en febrero de 1981 y que repuso en dos ocasiones más, enero de 1999 y febrero de 2010. Dando vida a Sidney, un brillante y cínico autor de comedias policiacas. Una memorable interpretación que nunca fue la misma, constituyó un éxito en todas las ocasiones. Gloriosa saga de cómicos españoles de la que Paco fue una figura fundamental.

Aficionado a la música que formaba parte de su vida, le gustaban todos los géneros y era especialmente aficionado a la música clásica, a la ópera y a la zarzuela, pero  también al flamenco y a la copla, fue devoto seguidor de los musicales de Broadway. En todas estas artes intervino en su vida profesional, recitando en conciertos sinfónicos bajo la batuta de grandes directores y participando en la dirección artística de la ópera Celos aun del aire matan con libreto de Calderón de la Barca y dirigida por Pier Luigi Pizzi. Aprendió canto desde muy joven y tuvo la satisfacción y el orgullo de cantar a la par con cantantes líricos de renombre en Calipso o en Las de Caín, entre otras obras, de intervenir en musicales como Víctor, Victoria con música de Henry Mancini, de interpretar una canción de Julio Iglesias en Las mariposas son libres y de cantar en sus reciales poéticos a Rafael de León o a Lorca, entre otros. Fue contratado en los años 70 por la discográfica CBS con la que grabó varios discos de éxito, la compañía le sugirió que se dedicara a la música pero su amor al teatro hizo que continuara con su amada y exitosa carrera profesional.

Cualquiera que fuera su intervención siempre cosechó triunfos en el escenario.

Era un perfeccionista, incapaz de hacer nada mal, incluso las cosas más pequeñas, cuando algo se le resistía pedía ayuda hasta conseguir lo que se hubiera propuesto. Impaciente, no dejaba que nada que hubiera que hacer se pudriera en el olvido.

Extremadamente culto, fue un autodidacta movido por la curiosidad y el afán de saber, que aprendió de la vida, del teatro, de todo lo mucho que leía. Y de sus amigos, siempre de sus amigos, entre los que se contaban numerosos intelectuales. Fue tertuliano de los tiempos memorables en los que la gente se reunía a hablar en bares y cafés; el célebre Bocaccio de Madrid fue testigo de muchas de ellas, allí departía Paco, entre otros, con Antonio Buero Vallejo, Antonio Gala, Alberto González Vergel, María Asquerino o José Luis Balbín.

Comprometido con su tiempo, nada de lo humano le fue ajeno y vivía las noticias y los acontecimientos tomando partido por las causas que consideraba justas e indignándose por las injustas. Desfacedor de entuertos a tiempo completo. Cuando en 2011 la Asociación "Los Amigos del Molino" de Mota del Cuervo le concedió el Premio Quijote Universal no pudo encontrar una persona más adecuada para representar el espíritu quijotesco, Paco era todo un caballero y no había cosa que le produjera mayor satisfacción que ayudar a los demás, ya fueran de su círculo íntimo o cualquier persona con la que se cruzara en la vida.  

Coqueto, cuidaba hasta el extremo su aspecto físico, que, por otra parte, era magnífico, un hombre guapo y gallardo en cualquier edad. Sabía realzar su propio olor corporal con el perfume adecuado y dejaba siempre un aroma inolvidable y único con el que anunciaba su presencia antes de llegar a verlo o después de que se fuera de un lugar. Llevaba con elegancia desde un esmoquin en cualquier evento, hasta un pijama en la intimidad de su hogar. Ni en el momento más privado presentaba un aspecto desaliñado. Tenía un gusto exquisito y un talento pictórico para la combinación de los colores, vestía ropa juvenil que sabía lucir sin disonancia con su edad biológica, porque Paco se vivió joven y se vivió bien hasta el final de sus días. Su amiga Elisa Romero, catedrática de Literatura, cuando recibió el premio de Quijote Universal, dijo bien lo que Paco era:

"De sus orígenes romanos conserva la soberbia cabeza de emperador magnífico, la prestancia y la recia mirada sostenida.

La sagacidad, el ingenio, la palabra sutil, los certeros silencios y esa piel amasada de bronce y oliva proceden, sin embargo, del alma de nardo del árabe español."

Valiente, capaz de afrontar la enfermedad y la muerte de la misma manera con la que afrontó toda su vida, con entereza, delicadeza, aceptación y humor, como lo hacen los filósofos, que filósofo fue Paco en su caminar por la vida.

Caballero, galante, amigo, compañero, tierno, leal, triste, valiente, animoso, taciturno, satisfecho y de los pies a la cabeza, desbordando humor por donde quiera que fuera.

Al igual que Antonio Machado, fue, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Reinterpretando el verso de Lope de Vega que él tan magistralmente decía:

 

Este es Paco, quien lo conoció lo sabe