Paco Valladares, actor excepcional, hombre ejemplar y paisano leal

Miguel Ángel Almodóvar

Presentación exposición homenaje en Pilas, Septiembre 2012

Toda la vida y obra de Francisco o Paco Valladares, tan ricas y fecundas ambas, podrían perfilarle en cuatro gruesos trazos: versatilidad, bondad machadiana, sentido del humor con hondura de fosa oceánica, y humanismo dialéctico.

En cuanto a versatilidad, fue el primer locutor de continuidad de la televisión española, para desgranar después todo un extenso repertorio de circunstancias y tipos en programas y series; actor de dicción límpida y perfecto manejo corporal; recitador de poesías de primer rango; cantante de muchos registros y magnífico doblador. Todo lo hizo bien. Dotado de extraordinario sentido del espectáculo, recreaba sus personajes reconstruyéndolos con su peculiarísima impronta, dotándolos de una dimensión única; un fenómeno de transmutación creativa que jamás podrán olvidar aquellos que tuvieron la inmensa fortuna de verle, oírle y sentirle sobre un escenario. Arte sublimado y en estado puro. Como la Dolores de la copla, fue alegre y fue bueno en el machadiano sentido de la palabra bueno, que vivió, pasó y soñó; donde hubo vino, bebió vino, y donde no, agua fresca; a sorbos y a grandes tragos, apurando la esencia de la vida hasta el fondo de la frasca o de la cántara, y siempre valladar contra cualquier maledicencia o atisbo de crítica al ausente.

Su sentido del humor, memorabilísimo, le hizo poder enfrentarse a la necedad o animadversión protegido por una coraza sobria, elegante y fúlgida, y tanto le daba que las situaciones fueran, a su personal decir de juego de palabras trastocadas, “de alivio luto y de no dar crédito lionés”, porque era capaz de convertir cualquier desgracia, negrura o sinsabor en un juguete cómico manejable en positivo y a su antojo.

En el último de esos gruesos trazos, fue siempre un humanista dialéctico que en alguna medida vendría a ser un nacionalista a la inversa. Primero su pueblo, Pilas; luego Sevilla; después Andalucía, su tierra natal, y Madrid, su territorio de acogida; más allá, España, y más luego el mundo entero, el espacio sideral, para inmediatamente recorrer como del rayo el camino de vuelta; de lo universal a lo local y de lo local a lo universal, en dialéctica integradora y fecunda, sin exclusiones por razón alguna.